VISIONARIOS Y REGIONALISTAS

11.8.07

DE PRINCIPE A DEMONIO

Son tantas los hechos que han transcurrido en esta semana, que, la verdad, no es para tanto, sin embargo, cada acción conlleva implicitamente una reflexión, y en esa meditación se me viene a la cabeza este hombre que generó tal impacto en la política mundial y en las normas básica de comportamiento social, razón por lo cual he sacado algunos apuntes de estudios para compartir con ustedes quizás, escenas que se repiten hoy día.
Tan vituperado por los moralistas como exaltado por los cientifistas de la política, Maquiavelo no se reconocería hoy en el derivativo que con origen en su nombre sustantiviza y califica peyorativamente a su doctrina. El maquiavelismo es, (según el Diccionario de la Real Academia Española)
1. Doctrina política de Maquiavelo, escritor italiano del siglo XVI, fundada en la preeminencia de la razón de Estado sobre cualquier otra de carácter moral.
2. Modo de proceder con astucia, doblez y perfidia”. Porque, paradojas de la Historia, aquel discreto diplomático florentino que se dedicó a escribir en los años de sus destierro forzado al que le condenó su fracaso como político activo, nunca usó la expresión razón de Estado, y era un republicano de ley enemigo de todo despotismo y poder personal. Eso sí, vería en su propio caso confirmadas las observaciones que hiciera al redactar sus Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio, a saber: que la fortuna se apropia del destino de algunos Príncipes para situarlos en la Historia.

Porque, en efecto, ha sido El príncipe –la obra que Maquiavelo redactara más a la ligera y por puro oportunismo para intentar infructuosamente congraciarse con los Médicis- la criatura que ha sobrevivido, mitificado y, tal vez, desvirtuado en la Historia, el verdadero pensamiento de su autor. Aquel Príncipe que se atrevió a confesar a voces los que eran los secretos habituales de los confesionarios palaciegos: que para conquistar, conservar y ampliar el poder, era preferible ser más temido que amado por los súbditos; que había que quebrantar la palabra dada cuando resultara provechoso; que era más importante aparentar, disimular, que actuar en verdad o en conciencia. Fue aquel Príncipe que rompió los “espejos de Príncipes” medievales al propugnar una virtu política inspirada, no en la ética, sino en la astucia del zorro y la fuerza del león (Truyol).

Pero de ahí a considerar a ese Príncipe como “el padre de la política moderna de occidente” (J. Conde) o más allá, “el fundador de los tiempos modernos” (D. Sanctis) es algo que el propio Maquiavelo habría considerado desproporcionado. Él no habría pretendido más que desvelar cómo actuaban en política los príncipes renacentistas de éxito como César Borgia, Fernando el Católico, u otros tantos. Pero de ahí a atribuirle la paternidad de la famosa razón de Estado, invocada luego para ocultar los más grandes crímenes políticos de la Historia hay un trecho. En puridad, la razón de Estado aparece mencionada por primera vez por el también florentino y amigo de Maquiavelo, el embajador Francisco Guicciardini, y no será teorizada realmente hasta el libro que con tal título publica en 1589 Giovanni Botero.

En realidad, gran parte de culpa de Maquiavelo lo que hoy parece, la tuvieron los españoles de la Contrarreforma y el Barroco, siempre tan ortodoxos, tan éticos ellos, que siguiendo al flamenco Justus Lipsius, se empeñaron en oponer los Anales de Tácito a la Historia de Tito Livio, (Alamo de Barrientos: Tácito español ilustrado con aforismos), para diferenciarse de un Maquiavelo al que en el fondo seguían en el método empírico, o en cristianizar la eficacia política defendida por el florentino, como Pedro de Rivadeneira –“que los Príncipes que se gobiernan por la ley de Dios, más que por la falsa razón de Estado, son favorecidos de Dios”-, o Baltasar Gracián, y demás autores del tacitismo o del antimaquiavelismo hispano (por ejemplo, Pedro de Barbosa, jurisconsulto portugués, que quedará descansando seguramente al escribir su Discurso sobre la vida del Rey Juan II contra Maquiavelo y Bodino y los demás políticos de nuestros tiempos, sus secuaces).

Es lo cierto, que a finales del siglo XVI Maquiavelo y el maquiavelismo, ya eran sinónimos de astucia, engaño y perversión política. Así, el gran Shakespeare le equiparó al más sanguinario de los personajes políticos, Ricardo III de Gloucester, que se autodefinía en un célebre soliloquio: “Soy capaz de añadir colores al camaleón, de competir en metamorfosis con Proteo, de enviar a la esuela al sanguinario Maquiavelo…”. ¡Y esto tan sólo medio siglo después de que El príncipe se publicara en Italia, cuando aún no se había traducido al inglés, y para representar a un personaje cuyas maldades fueron cometidas mucho antes de que Maquiavelo escribiera su libro! Es decir, ¡maquiavelismo con efecto retroactivo! No es de extrañar por ello, que nuestro Quevedo calificara a Maquiavelo, años después, como el “impío moderno”.

¡Pero qué amigos te salieron además, Nicolás! Así, el pequeño corso, que invadió Europa entera mientras leía y anotaba tu Príncipe, situaba a familiares y generales como nuevas testas coronadas en las viejas naciones de Europa.

Cuánto mejor amigo hubiera sido el gran Federico II de Prusia, Príncipe de verdad ilustrado e instruido en el arte de la guerra, como a ti te gustaban: “El príncipe debe leer la Historia y fijarse en las hazañas de los hombres célebres, ver cómo se ha gobernado en la guerra, y tomar por modelo a capitanes famosos como Alejandro copió a Aquiles, César o Alejandro o Escisión a Tiro”, habías escrito tú. Y él, por el contrario, te dedicó aquella terrible Refutación o Anti-Maquiavelo, prologada por Voltaire, en la que te espetaba de entrada: “Maquiavelo corrompió la política y se empeñó en destruir los preceptos de la sana moral”.

Dicen también, Nicolás, que acabaste con la concepción sacral, geocéntrica, metafísica, al cabo, de la política, y fundaste la física del poder. Es verdad que diseccionaste esa difícil y pegajosa sustancia casi hasta aislarla de cualquier otro tejido del cuerpo social, pero para que pudiera invadirlo y atraparlo luego. Pero se te olvidaron las normas, Nicolás, el Derecho, la espesa trama que los hombres hemos ido construyendo para protegernos de ese peligroso virus. Hoy podrías contemplar, mirando hacia atrás con sorpresa, cómo Locke y Montesquieu aislaron luego y dividieron ese virus, para limitar su alcance. Cómo el Estado que en tus tiempos nacía para convertirse en Leviatán cono Hobbes, ha sido domeñado por el Derecho hasta exigir cuenta y razón de cualquier Razón de Estado.

Y luego todos esos libros absurdos de este siglo, que dicen aplicar tu doctrina a lo que llaman “el liderazgo empresarial”, y que te sitúan en la cabecera de la cama de los más recientes tiburones financieros. Un “manual del éxito” llaman a tu obra, a ti que te costó tantos disgustos la política, y acabaste por ello muriendo joven (58 años), pobre, solo, escarnecido, y llamando a gritos a Tito Livio y a Tácito, a Dante y a Petrarca. Ya ves Nicolás, así se escribe la Historia. A tu Príncipe sólo se le escapó una pequeña apostilla: que también en el pensamiento político “el que la hace la tiene que pagar”. ¡Si tú lo sabrás!

Pocos libros existen en la historia de nuestra cultura que hayan despertado una fascinación tan intensa como El príncipe. La verdad es que hay motivos para ello: en su condición y brevedad es un libro fascinante. Y, a la vez, uno de los principales elementos de sustentación conceptual de la cultura moderna.

Casi desde su misma aparición, El príncipe se convirtió en motivo de escándalo para el pensamiento político tradicional. El motivo fundamental de ese escándalo se situaba en la necesidad que Maquiavelo planteaba al príncipe que quisiera seguir siéndolo de “aprender a poder no ser bueno y utilizar este conocimiento según lo necesite”. Esta idea, y su desarrollo textual, se convertiría en el eje de los ataques de todos aquellos que afirmaban que suponía la subordinación del bien a la acción política. Y, en consecuencia, la primera formulación en teoría política de que “el fin justifica los medios”. O, en otros términos, el despuntar de la idea de la razón de Estado.

En realidad, esas lecturas del tratado de Maquiavelo suponen una tergiversación interesada de su sentido. Porque la grandeza de El Príncipe arranca precisamente de su fuerza para derribar casi con un soplo la doble moral, la distancia evidente entre lo que se afirmaba en la doctrina tradicionalista y sus principios idealistas y la práctica política real. Maquiavelo sacaba a la luz, sin tapujos, lo que los gobernantes sabían de siempre: la política se rige por el cálculo. Sin que ello implique renunciar a los principios morales, pero sólo si éstos no entran en conflicto con las necesidades del poder.

Pero la importancia del libro no acaba ahí. Maquiavelo fue capaz de plantear por vez primera una sólida fundamentación metodológica específicamente moderna del conocimiento político. Toda la obra está construida sobre el recurso constante al análisis de casos o ejemplos que remiten tanto a la Antigüedad clásica como a su propio tiempo. Y ese recurso se apoya en un principio metodológico establecido en la dedicatoria del libro. Allí plantea la ofrenda de su bien más preciado: “El conocimiento de las acciones de los grandes hombres, aprendida mediante una larga experiencia de las cosas modernas y una continua lectura de las antiguas”.

Ahí reside la clave de este libro. Nada de remitirse a la autoridad abstracta de los libros y los principios eclesiásticos, la vía propuesta es el análisis pormenorizado de la experiencia y la lectura e interpretación de los textos antiguos. (extracto sacado de Revista solidaridad)
Nicolás, sin duda, has legado un hecho irrefutable, !jamás en la historia contemporanea, un escritor ha sido tan tristemente comparado con las acciones más deleznables, sin embargo, Nicolás, algún día tu sitial te espera, ya que has contribuido a colocar la política un especie de cimiento moral¡.
Cualquier situación acaecida estas semanas, es pura coincidencia.

8 Comments:

  • Hola: estoy afuera de todo esto pero me gusto tu comentario en el blog de Alejandro y vine. Volvere.
    Saludos
    M

    By Blogger Marina Lassen, at 4:53 p. m.  

  • Hola...

    Dos cosillas, porque en eso del concurso aquel no me voy a meter, mi candidato no quedo finalista asi que chao no mas... jajaja

    Primero, quedamos pendientes con algun dato que quedaste de darme luego por msn, aun espero eso.

    Y por ultimo, antes de sesearte una buena semana, me sorprendi al haber desaparecido de los links 'amigos', creo que estuve mientras te ayude... plop!!! en fin, cosas de la vida.

    Te cuidas!

    By Blogger LS, at 10:07 p. m.  

  • De algo que no es tan trascendental en los hechos (sí en las ideas) van surgiendo reflexiones más profundas que muestren de mejor forma nuestros pensamientos.

    Cuántas veces no ha pasado que una obra atrapa al autor...es como si a García Márquez se le juzgara sólo por Cien Años de Soledad. Es cierto que el temor sirve para ejercer el poder, pero no hay que abusar de ese recurso sino que administrarlo muy puntualmente.

    Maquiavelo reflejó una conducta de época, no lo que esperaba él que fuese la pauta de la política a futuro. Se tergiversó su pensamiento como error histórico-novelístico.

    Saludos cordiales.

    By Anonymous Anónimo, at 10:54 p. m.  

  • Hola Pato, te vengo a desear una muy buena semana.

    He leìdo muchos comentarios en varios blog y la verdad, me da pena , como varios se insultan y siguen con el mismo tema de mister blog, haya pasado lo que pasò, pasò y seguir dandole vueltas al tema, creo que es dañino para este medio y sobretodo para las personas que estan involucradas.

    Me da mucha lata y pena, leer todo lo que esta pasando.

    Espero de corazòn que se termine luego y no se insulten màs.

    Un abrazo gigante, besitos

    By Blogger Panchy, at 9:41 a. m.  

  • Hola Patito: ni idea de Maquiavelo, más o menos me hice una idea de que se trataba. Esos libros no los he visto en mi vida, jajaja, tan cultural tu amiga, pero con leerte me dieron ganas de leerlo, no, mejor no, me quedo con tu explicación.

    Un besito, cuidate mucho,

    Pay

    By Blogger Águila libre, at 1:21 p. m.  

  • Te recomiendo que de verdad lo leas, Pacita, es muy interesante y refleja todo lo que Patito ha expuesto.
    Lo leì cuando era adolescente, creo que volverè a leerlo pues hay partes que ya he olvidado.
    Un abrazo.

    By Blogger Makeka Barría, at 12:51 a. m.  

  • Me pareció interesante esta columna por el hecho de que soy estudiante de Derecho (o Abogacía, como quieran llamarle) y es imprescindible este tipo de conocimientos en la carrera.

    Quizás Maquiavelo fue un sarcástico imcomprendido, pues aceptemos que en aquellas épocas todo se tomaba bastante literal, a pesar de que ya teníamos vestigios del uso casi corriente de la ironía desde Sócrates. Quizás no.

    Pero eso es lo difícil de expresarse por escrito, que el tono pasa desapercibido y ello es lo que permite distinguir exactamente entre lo que debe entenderse como literal y lo que debe entenderse como metafórico y/o sarcástico.

    Tengamos en cuenta que la biblia y los demás libros "sagrados" son todos escritos llenos de metáforas que -obviamente- nunca fueron entendidas como tales y por ello tomadas seriamente y ERGO ridículamente malintepretadas.

    Saludos.

    By Blogger virshi, at 1:44 p. m.  

  • politica pura, antigua y actual

    By Blogger periquita, at 11:14 p. m.  

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